El indio Solari, "Juguetes perdidos". Estadio Ciudad de la Plata 2008.
https://youtu.be/6UftNKncXpo
JUGUETES PERDIDOS
Banderas en tu corazón,
yo quiero verlas!
ondeando, luzca el sol o no
¡Banderas rojas! ¡Banderas negras!
de lienzo blanco en tu corazón.
Perfume al filo del dolor,
así, invisible
licor venéreo del amor
que está en las pieles,
sedas de sedas
que guarda nombres en tu corazón.
Son pájaros de la noche
que oímos cantar y nunca vemos.
Cuando el granizo golpeó,
la campana sonó,
despertó sus tristezas atronando sus nidos.
Esperando allí nomás,
en el camino,
la bella señora está desencarnada.
Cuando la noche es más oscura
se viene el día en tu corazón.
Estás cambiando más que yo.
¡Yira! ¡Yira! ¡Yira!
Asusta un poco verte así.
¡Yira! ¡Yira! ¡Yira!
Cuanto más alto
trepa el monito
así es la vida
el culo más se le ve.
Yo sé que no puedo darte
algo más que un par de promesas...
tics de la revolución
implacable rocanrol
y un par de sienes
ardientes
que son todo el tesoro.
¡Tan veloces son!
Como borrones
así veloces
hundiendo el acelerador,
atragantados por los licores,
soplando brasas en tu corazón.
Vas a robarle
el gorro al diablo,
así, adorándolo
como quiere él, engañándolo.
Sin tus banderas
sedas de sedas
que guardan nombres en tu corazón.
Este asunto está ahora y para siempre
en tus manos, nene
Por primera vez vas a robar algo más que puta guita
Cuando la noche es más oscura
se viene el día en tu corazón.
Sin ese diablo que mea en todas partes
y en ningún lado
hace espuma.
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JUGUETES PERDIDOS -lectura
En el recital de la vida
nuestras insignias
nos distinguen,
nos identifican,
nos hacen alguien,
en las buenas y
en las malas.
Nuestras insignias,
sean bandera,
camiseta o tatuaje,
nos diferencian.
Sin embargo,
sean paño o piel,
también nos igualan,
tanto en el sudor
que las empapa,
como en el corazón
que las cobija.
También,
nos iguala la muerte;
esa de ilusiones, amores y cobijos,
a veces prematuros juguetes perdidos;
esa que a cada uno espera
en un recodo del camino.
No queriendo saber de ella,
intentando burlarla,
vendemos el alma al diablo,
idiotizándonos.
Así, nos sumimos en el frenesí
del ¡yira! ¡yira! ¡yira! cotidiano.
Así, nos ahogamos en alcohol,
nos
perdemos en la droga.
Incluso, intentando trascenderla,
nos abandonamos en algún ideal.
Pero hay un modo
de enfrentar la muerte,
—más allá de las insignias,
más allá de los engaños,
más allá de los ideales—
que implica amigarse con ella,
incluso refugiarse en ella,
superando la desazón,
salvando la lucidez,
a partir de sienes ardientes
que son todo el tesoro;
único tesoro con el cual
puede pagarse el rescatarse
de la diabólica idiotez.
Asunto, siempre y únicamente,
en las manos de cada quien.
Entonces,
cuando la noche es más oscura,
se viene el día en tu corazón.
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