La causa del Patrón
En el principio la Palabra existía,
y la Palabra estaba con Dios,
y la Palabra era Dios.
(SAN JUAN, 1:1)
Dada su aptitud para ocupar el lugar del ecosistema en su conjunto, es decir: el lugar del Patrón (1), a través del ser humano se ejerce un tremendo poder que, pudiendo contraponerse tanto al hábitat natural como al cultural que lo sustenta, llega a poner en cuestión la viabilidad del ser humano mismo, no solo como individuo sino también como especie.
¿Cuál es la causa de que el mamífero humano, aparentemente producto de la evolución de la Vida, sea capaz de ocupar el lugar del Patrón, pudiendo entonces poner en riesgo la sustentabilidad de eso en lo que se cimienta?
I
En el seno de lo que denominamos Mundo, ámbito en el cual se desarrolla nuestra existencia, nos encontramos con que todo lo que se nos presenta, puede ser incluido en alguno de los siguientes patrones de organización de lo‑que‑es: lo Inerte (por caso, el sol y los planetas), lo Vivo (por caso, los animales y las plantas) y lo Cultural (por caso, el lenguaje, el mito, la religión, el arte, la ciencia y la historia). Si bien inteligimos que entre estos patrones de organización óntica existe una relación de interdependencia profunda, que hace que el Mundo se nos imponga como Universo, también inteligimos que tales formas de organización son del orden de lo que Ortega denomina realidades auténticas (2), es decir, realidades irreductibles a ninguna otra.
Ontológicamente, podemos concebir a tales realidades como estratos (3) del Mundo en el que vivimos, cada uno de los cuales está conformado por específicas categorías del ser, lo que hace que sea posible distinguir a unos de otros. Si bien cada estrato de organización óntica se fundamenta en el inmediato anterior, al mismo tiempo implica el surgimiento de algo radicalmente novedoso, produciéndose entonces una suerte de hiato entre la organización naciente y la precedente, evidenciado por el grado de autonomía de que gozan los distintos estratos.
La presencia de estos hiatos no implica que el mundo carezca de la unidad de un sistema, ya que la estratificación sería su forma de sistematización. Más bien, se justifica destacar tales hiatos en la medida que nos recuerdan que cada uno de estos estratos tiene su propia forma de organización y, por lo tanto, una forma específica de abordarlos. No es posible dar cuenta de ninguno de ellos a partir de los parámetros válidos para alguno de los otros. Tal la pretensión, por ejemplo, del fisicalismo, del biologismo y del espiritualismo. Todos cometen la falacia de pretender explicar la diversidad del Mundo desde solo uno de los patrones de organización de lo‑que‑es.
También, es importante tener en cuenta tales hiatos porque nos recuerdan que no está garantizado que la interacción entre los estratos sea beneficiosa para todos los implicados. Por ejemplo, el choque de un meteorito con el planeta Tierra, suceso correspondiente al estrato de lo Inerte, puede provocar que todo lo inherente al estrato de lo Vivo y de lo Cultural deje de ser viable. Así mismo, la viabilidad de lo Vivo puede ser puesta en cuestión por sucesos relativos al estrato de lo Cultural, como en el caso de los desequilibrios ecológicos ocasionados por el accionar humano.
Desde una perspectiva biológica evolucionista, la diferencia entre lo Inerte, lo Vivo y lo Cultural se puede conceptualizar como producto de cambios evolutivos en el mecanismo evolutivo mismo. Así, hay biólogos que afirman que no sólo las especies están sujetas al mecanismo de la evolución, sino que la evolución misma lo está: existiría una evolución de la evolución. De acuerdo a esta teoría, el hombre ya no es considerado como una especie evolutivamente superior, sino como el efector a través del cual se desarrolla un nuevo plan evolutivo: A través de él se expresa una nueva forma de transmisión hereditaria caracterizada en que los cambios generados no implican nuevas variaciones en la estructura somática de cada miembro de la especie, como ocurre en la herencia genética, sino que funciona trasmitiendo información del orden de los conceptos, creencias, creaciones estéticas, en fin, todo lo que se concibe como Cultura (4)(5).
El cambio en la forma de la transmisión hereditaria implica una profunda diferencia entre los procesos de evolución filogenética y los de la evolución cultural: en esta última no sólo es posible la herencia de los caracteres adquiridos, sino que también el ritmo de evolución es relativamente muy superior y, además, con la posibilidad de mantenimiento de una flexibilidad mayor, tal como lo ejemplifica la adquisición por el mamífero humano de la capacidad de volar, ya que no implica cambio alguno en su conformación somática (5).
II
Habría, entonces, una evolución de la evolución. Así, la vida organizada según el patrón evolutivo “natural” serviría de cimiento para el desarrollo de un nuevo patrón evolutivo, el “cultural”, que produce una nueva forma de organización, que puede concebirse como la consecuencia de la fulguración (6) de un aparato cognitivo (la res cogitans de Descartes; la realidad psíquica de Freud), caracterizado por el pensamiento abstracto, el lenguaje sintáctico y la tradición acumulada (4)(5)(7). Dado que sin él no podrían constituirse y transmitirse ni pensamiento lógico ni abstracto, haremos que el Lenguaje (Logos; Palabra; Habla) se arrogue la representación del patrón evolutivo cultural.
Lenguaje: aquella manifestación de lo‑que‑es a cuyo través lo‑que‑es adviene al ser: a partir del Lenguaje todo lo‑que‑es puede ser dicho, puede ser nombrado, puede ser definido, puede ser diferenciado, puede ser reorganizado. Pero, para que todo ello produzca algo sustentable, es fundamental que el Lenguaje fluya libremente, en cumplimiento de su esencia. Logos: “lo que permite ver, hacer patente, aquello de que se habla, y lo permite ver a quién o a quienes hablan” (8).
Lo cual nos remite a que, para que el Lenguaje y sus producciones sean posibles, es necesario que haya un viviente que sea capaz de hablar. El ser humano: zóon lógon échon: el viviente-hablante. En este sentido, el Lenguaje es Habla. Pero el Habla no resulta ser un mero instrumento del humano, ese viviente hablante. El Habla es un fenómeno del mismo orden que lo Vivo o lo Inerte: el Humano es al Habla lo que la tierra es a la planta, o sea, el Humano es el suelo fértil apto para el cultivo del Habla, para su crecimiento, para su desarrollo. Perspectiva que subvierte una cierta imagen de soberanía acerca de la esencia humana: “El hombre se comporta como si fuera el forjador y el dueño del lenguaje, cuando es éste, y lo ha sido siempre, el que es señor del hombre. (...) Pues en realidad quien habla es el lenguaje. El hombre habla, antes que nada y solamente, cuando co-rresponde al lenguaje, cuando escucha la exhortación de éste.” (9).
Pero, en tanto el Humano se comporta como si fuese el creador y amo del Lenguaje, resulta un obstáculo para el libre fluir del Habla, lo cual pone en jaque la viabilidad y sustentabilidad de su poiesis, al quedar subsumida bajo alguna forma de desmesura (hybris) (1).
III
El Habla, entonces, es aquella manifestación de lo‑que‑es a través de la cual lo‑que‑es se presenta ante sí. Para ello, en el ámbito del Habla, ha de ser posible un dejar-ser (10) a lo dado, de manera que lo dado se manifieste en lo que es y como es. Tal dejar-ser es una forma de ser que implica un comprometerse anonadante con lo dado, que hace posible su develamiento: algo debe anonadarse (devenir Nada), para que sea posible que lo‑que‑es pueda aparecer en cuanto tal.
El origen esencial del anonadar se esconde en lo‑que‑es. Anonadándose, lo‑que‑es se devela a Sí Mismo: la des-ocultación (aletheia: verdad) de lo‑que‑es es un acontecimiento en el seno de lo‑que‑es que tiene un fundamento (grund) que es abismo (ab-grund): la Nada. La esencia de la Nada es lo anonadante en lo‑que‑es.
Para tal develamiento, la participación del humano es esencial. Lo óntico del humano (su ser) —sustentado en los cimientos que le proporciona el ámbito del Habla— es la condición de posibilidad de toda comprensión de lo‑que‑es. El humano constituye el lugar, el ahí (Dasein: ser-ahí) (8), en el cual lo‑que‑es se devela y se comprende.
En el anonadamiento del que participa —ese retroceso ante lo dado para que se manifieste— el Hablante queda ex-puesto en un espacio más allá de todo lo‑que‑es. Lugar de trascendencia, que implica al Hablante mismo: depende de la transida excentricidad de su ser el que el humano se presente como el único ser capaz de ex-sistencia, es decir: el único que puede elevarse por encima de sí mismo, que puede ser fuera de sí.
Y tal particularidad del Hablante nos aproxima a dar una respuesta a nuestra pregunta inicial: Es la situación trascendente de su ex-sistir lo que hace que el ser del humano habite un ámbito situado más allá de todo lo‑que‑es, es decir: un ámbito en esencia meta-físico, desde el cual el ser del humano se encuentra ubicado en un punto más allá de lo dado que, entonces, lo confronta con lo‑que‑es en su totalidad. Tal la causa del Patrón, es decir, que cada mamífero humano sea capaz de ocupar el lugar de lo que, en el estrato de lo Vivo, es el ecosistema en su conjunto. Y, también, tal la causa de que en cada hablante se instale alguna forma de desmesura, que hace obstáculo al libre despliegue del Habla.
IV
Desmesura yoica (1): obstáculo al accionar del Habla ocasionado, sobre todo, por dos motivos:
En primer lugar, si bien la consumación del ex-sistir es el anteponerse a lo dado en cuanto tal, sucede que el dejar-ser que devela algo dado es en sí, simultáneamente, ocultar. El dejar-ser remite necesariamente a lo dado y el hablante, de alguna manera, se distrae y entretiene extraviándose totalmente en lo dado, en su pública manifestación, olvidando-evitando del Habla la des-ocultación. Entonces, predomina en él lo que hay de Viviente, en desmedro de lo que hay en él de Hablante; confundiéndose así, en él, Vida y Habla, tomando una por otra (11).
En segundo lugar, la ex-sistencia significa que el Hablante es llevado a sostenerse en la Nada, ya que es en la ex-stática nada del ex-sistir como lo‑que‑es se devela ante sí. Ante la Nada el hablante se angustia, en la medida que su propia (id)entidad es puesta en cuestión. En la angustia se hace patente la Nada. Antes de soportar la experiencia del encuentro con ella, el hablante prefiere huir de su Mismidad (1) ateniéndose a lo dado, que es lo conocido (por ser habitual) y lo aparentemente controlable.
Desde esta perspectiva, aquello que denuncian los ecologistas, como así también fenómenos sociopolíticos tales como la servidumbre voluntaria (12) o la espiral del silencio (13), como así también la psicopatología tratada por el psicoanalista, serían manifestaciones de un mismo fenómeno. Este se puede sintetizar así: al fulgurar la evolución cultural desde la evolución genética, genera un punto de articulación a partir del cual el Habla se efectúa. Tal punto es el individuo humano, que queda así acotado por dos totalidades: el dado en la evolución genética que le da sustento cierto, y el porvenir incierto de la evolución cultural, del cual es instrumento. En ese lugar-bisagra, platea privilegiada de la gigantomaquia en la arena de la poiesis de lo‑que‑es, ante la inmensidad del las fuerzas en pugna, el humano suele turbarse y confundirse, cerrando entonces el paso al libre fluir del Habla, como si tendiera a retrotraerse al supuesto sosiego de la mayor estabilidad de lo Vivo, incluso de lo Inerte (pulsión de muerte) (14).
Ilusorio sosiego, ya que el Habla, coartada en su fluir, sigue actuando clandestinamente -desde el exilio impuesto por la desmesura del trémulo hablante-, suplicando en revista a través de la subversiva mortificación del sintoma (15).
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(1) PRAGANA, G.A. 2016 "El lugar del Patrón" http://www.padresypatrones.com/433370668
(2) ORTEGA y GASSET, J. 1924 “Vitalidad, alma y espíritu”. Obras Completas, Tomo 2, Ed. Alianza, Madrid 1983.
(3) HARTMANN, N. 1921 “Metafísica del conocimiento”. Ed. Losada, Bs. As. 1957.
(4) WADDINGTON, C.H. 1960 “El animal ético”. Eudeba, Bs. As. 1963.
(5) LORENZ, K. 1975 “La otra cara del espejo”. Ed. Plaza y Janes, Barcelona 1980.
(6) Konrad Lorenz utiliza el término fulguración, que toma del gnosticismo, para denominar un suceso que no es la consecuencia de un desarrollo lineal de lo dado, sino que implica el surgimiento de algo radicalmente novedoso, sin antecedentes, que promueve con su aparición una nueva forma de organización de lo dado (5).
(7) CASSIRER, E. 1944 “Antropología filosófica”. Fondo de Cultura Económico. Méjico, 1982.
(8) HEIDEGGER, M. 1927 “Ser y tiempo”. Fondo de Cultura Económica, México 1962.
(9) HEIDEGGER, M. 1951 "...poeticamente habita el hombre...". En 'Conferencias y artículos'; Ediciones del Serbal-Guitard, Barcelona 1994.
(10) HEIDEGGER, M. 1930 "De la esencia de la verdad" en 'Hitos'. Alianza editorial, Madrid 2001.
(11) Al extraviarse en lo dado-cotidiano, el hablante confunde Vida y Habla. Por un lado, toma patrones culturales por patrones vitales, es decir, "naturaliza" lo cultural, por caso, al tomar caracteres adquiridos por caracteres genéticos, dogmatizando morales, costumbres, leyes y doctrinas, retrotrayéndolas así al rango de conductas instintivas. Por otro lado, toma patrones vitales por patrones culturales, es decir, "culturaliza" lo natural, por caso, al tratar los recursos naturales no renovables como si fueran producciones fabriles en serie.
(12) LA BOÉTIE, ÉTIENNE DE 1548 – “Discurso sobre la servidumbre voluntaria o el Contra-Uno”: http://www.noviolencia.org/publicaciones/contrauno.pdf
(13) NOELLE-NEUMANN, ELISABETH 1977 "La espiral del silencio. Opinión pública: Nuestra piel social". Editorial Paidós, Barcelona 1995.
(14) FREUD, S. 1920 “Más allá del principio del placer”. Obras Completas, Tomo 18. Amorrortu editores, Buenos Aires 1979.
(15) El cierre del paso al libre fluir del Habla, no solo hace síntoma en el hablante, sino que también lo hace en la familia, en la polis y en el ecosistema.
(---) Otras referencias bibliográficas:
-DESCARTES, R. 1642 “Meditaciones metafísicas”. Ediciones Alfaguara, Madrid 1977.
-HEIDEGGER, M. 1928 “¿Qué es metafísica?”. Editorial Siglo Veinte, Bs. As. 1974.
-HEIDEGGER, M. 1935 “Introducción a la metafísica”. Editorial Nova, Bs. As. 1972.
-HEIDEGGER, M. 1946 “Carta sobre el humanismo”. Ediciones del 80, Bs. As. 1982.
-SCHELER, MAX 1928 "El puesto del hombre en el cosmos". Editorial Losada, Bs. As. 2004.
Guillermo Pragana
baires, enero de 2018
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