PRAGANA
Pragana, como todo apellido, es equivalente al "hijo de". Un apellido nombra un linaje, es decir, una línea que figura la sucesión de las generaciones, unidas tanto por la sangre como por una tradición. A su vez, línea viene de lino, y hace referencia a cada uno de los hilos en que está conformada la trama de un tejido. O sea, del entrelazamiento de los distintos linajes, que responden a una misma tradición, se va tejiendo la trama que conforma a una comunidad, a un pueblo.
“Pragana” es una palabra del idioma portugués que nombra al filamento áspero que se forma allí donde se cierra la cáscara que envuelve al grano de las gramíneas, tales como el trigo o el maíz. O sea, "pragana" es aquello que, en cuanto cierre, permite que el fruto sea cobijado y protegido por una cobertura, hasta su madurez. Cierre que no es clausura, ya que su función culmina cuando estalla, liberándose así la semilla que dará continuidad a la vida.
Puede decirse que “pragana”, en cuanto apellido, viene a poner de manifiesto una de las funciones de todo apellido: la de señalar el resguardo de una particular simiente que, de generación en generación, al germinar posibilita la regeneración de un cuerpo tanto biológico como espiritual.
Así como nacemos a la Vida a través del cuerpo de una madre, nacemos al Espíritu a través del cuerpo de una tradición. Sin legado ancestral, extraviamos nuestro cuerpo espiritual. Entonces, el apellido nombra a un fruto sin pulpa. Como contrapartida, si el resguardo del fruto prevalece, el cierre resulta clausura, endureciéndose al punto de trastocar la semilla en espora. El nombre sólo vale por lo que nombra y el rito sólo vale por lo que conmemora: por sí solos son cáscara vacía. Una suerte de invierno suele ser la ortodoxia, para la poiesis de la simiente.
¿Qué sucede cuando los avatares del amor llevan al entrecruzamiento de linajes que responden a tradiciones diversas? Sin duda, en el tejido espiritual se producen desgarros: hay angustia, hay ira, hay decepción. No obstante, no todo es penuria: los desgarros del tejido también son una oportunidad. Oportunidad de sacudirle el polvo a las tradiciones. Oportunidad de hacer preguntas dormidas bajo el manto letárgico de la obviedad. Oportunidad de que cada cual se apropie con autenticidad de su identidad, al confrontarla con lo diferente. Incluso, más allá de todo linaje, de toda tradición, oportunidad para hacer propia esa Silenciosa Vocación, esencial a nuestro ser, siempre acallada por el alboroto de la trama mundana.
Guillermo
Pragana
baires, abril de 2018
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