LA IRA (DE DIOS)

La ira no es contra alguien o contra algo. Aunque su expresión suele encontrarse con algo o alguien por el camino. La ira es al odio lo que la angustia es al miedo. Es decir, la ira es odio sin objeto. La ira es "cuando los clavitos no coinciden con los agujeritos" (1). Y hay un clavito que nunca llega a coincidir con ningún agujerito: ¡El sujeto mismo! Tal la Ira Primordial, primera manifestación emotiva de “lo mejor es no haber nacido” (2). O sea, la ira es la primera reacción del sujeto recién venido. Pero no de cualquier dimensión del sujeto, sino de esa en que participa “sub specie aeternitatis” (3). Desde la dimensión de la eternidad, la ira sería la primera manifestación de Eso, luego nombrado Dios, al despertar a la emotividad de su finitud, desde la inmovilidad —”motor inmóvil” (4)— de su infinitud. Posteriormente, asesinato, guerra, catástrofes provocadas por los mortales, no serían ajenas a la ira de Dios, despierto a sí, en tanto su infinitud no encaja en la finitud de la criatura. Quizás, intentos desesperados de desprenderse de lo necesario finito de la criatura para dar lugar a la posibilidad infinita de la creación (5). ¡De ser así, deberíamos hacer respetar nuestros derechos humanos ante… Dios!

 ¡Odio! Odio a… Odio por... Odios... ¿O Dios? ¡Oh Dios!

 ¡Curiosa teología! ¡Dios manifestándose a sí mismo a través de su criatura y acusado de transgredir los derechos humanos! Pero eso no es todo, ya que, en ocasiones, a través del humano, Dios llega a la “aufhebung” (6) de su Ira, al reposar su infinitud en el Shabat de su finitud, ¡donde goza sin medida de la paradisíaca serenidad del ”theorein”  (7) de lo creado, que así es abierto a la escucha!

 Y oídos… Y odios… ¿Yo Dios? Y, ¡Oh Dios!

 ¡¿Dios apropiándose de Dios en mí?! ¡¿Herejía?! No: ¡La Santísima Trinidad! Es decir, Dios Trino. Uno en Tres. Dios (en uno de los modos en que lo experimenta el humano) es Padre, Hijo y Espíritu Santo. El alma que Dios (al apropiar-se) entrega al vacuo Shabat (segunda muerte1), no es otra que la de Su Hijo... ¡Dios sería (en sí) des-almado! Nace Su Alma (¡y Su Amor!) cada vez que pare a Su Hijo (siempre único). Sin Padre, lo-que-es no emana (8) de Dios; sin Espíritu Santo, Dios no se presencia; sin Hijo, Dios no Ama. ¿Sentencias arrogantes? Más bien, la auténtica arrogancia es el dar por hecho que si el Hijo es criatura entonces Él le es impropio (ajeno). En las antípodas de tal ajenidad, encontramos a Angelus Silesius: “Sé que, sin mí, Dios no puede vivir ni un momento. Si me vuelvo nada,   Él ha de  entregar  el  alma.”  (9). Sentencia que puede ser leída en dos dimensiones:

1. Segunda muerte (1): Si en mí se consuma el desasimiento (de mí) (10), soy uno en Él, su alma es la mía.

2. Primera muerte (1): ¡Dios nace y muere conmigo! ¡No hay Dios para todos, hay Dios para cada uno!

 

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(1)        Lacan, Jacques; 'Seminario 7 (1959-1960) La ética del psicoanálisis’. Ediciones

             Paidós, Buenos Aires 1988.

(2)        Sófocles; Edipo en Colono. Editorial Gredos, Madrid 2010.

(3)        Spinoza, Baruch; Ética. Alianza Editorial, Madrid 2011.

(4)        Aristóteles; Metafísica. Editorial Gredos, Madrid 1994.

(5)        Marqués de Sade; Filosofía en el tocador. Ediciones Colihue; Buenos Aires 2010.

(6)        Hegel, Georg Wilhelm Friedrich; Fenomenología del espíritu. FCE, México 1966.

(7)        Aristóteles; Ética nicomáquea. Editorial Gredos, Madrid 1985.

(8)        Plotino; Enéadas I-VI. Editorial Gredos, Madrid 1982-98.

(9)        Angelus Silesius; Peregrino querubínico. Olañeta editor, Barcelona 2003.

(10)      Meister Eckhart; Tratados y sermones. Ediciones Las cuarenta, Bs.As. 2013.

 

Guillermo Pragana
baires, agosto de 2017
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